La muerte de Almudena Grandes ha mostrado, además de la desolación de miles de personas famosas y anónimas, el hondo menoscabo de una calidad democrática que queda en nada por culpa de la catadura moral de quienes solo albergan en su mente pensamientos despreciables.
La ultraderecha de este país, a la que se le ha unido parte de la derecha más rancia, bien por odio o bien por posibles represarías en donde gobiernan juntos, nunca le perdonaran a Almudena ser de izquierdas, atea y republicana.
Vivimos en una sociedad politizada hasta el sectarismo, donde predomina el color político y el no enfadar al partido que te mantiene en el poder, frente al reconocimiento del resto de la sociedad a la que ha sido una figura de la cultura española, pese a quien le pese.