Cuando llega ese momento de la vida en que crees que todo te supera, es hora de pisar el freno y parar.
Últimamente, he entrado en esa fase en lo que todo me ha superado, mis enfermedades, el trabajo, la post-pandemia, el tener la sensación de que nunca estas donde tienes que estar y siempre fallas a alguien, generalmente al que más te necesita.
Quien me conoce sabe que soy rebelde por naturaleza y no me voy a dejar arrastrar por esta situación.
Alguien dijo, no recuerdo bien quien fue, “que la felicidad no es un derecho, es una obligación” y yo añado, ya está bien de joder al que tienes alrededor.
Tengo que dar una vuelta a mi vida, buscar tal vez el otro “yo” que llevo dentro o por lo menos llevaba y volver a retomar el ritmo de mí día a día.
No puedo luchar contra una enfermedad, ya que la solución no depende de mí, pero tan poco debo agarrarme a ella como un lastre, porque si no me llevará al fondo.
La situación económica actual es la que es y “seguimos vivos” que ya es bastante, tengo gente muy válida a mí alrededor con la cual salir de este bache y afrontar los nuevos retos que tenemos por delante, que son muchos y muy atractivos.
La pandemia nos ha agotado a todos y nos sigue agotando, demasiada información alarmista día tras día que no ayuda a salir de esta situación de una vez por todas, la solución, no obsesionarse con ella y seguir tomando todas las medidas necesarias para evitarla.
Este artículo lo he escrito no solo, para contaros como me siento, sino para contaros que sé cómo salir de esta situación y saber que en el peor de los momentos la solución la tenemos nosotros mismos, nada más tenemos que parar, mirar en nuestro interior y seguir hacia adelante.
Es difícil, sí, pero nadie dijo que la vida iba a ser un camino de rosas…